El lago de la muerte

Solitarios de soledad vagamos
por el lago de la muerte,
en la barca,
remamos en la niebla del silencio
y de lejos los árboles lloran hojas,
que cual fúnebre melodía,
susurran, cantan.

Por el agua de los olvidos,
sin memoria,
con el sudario empapado
en lacónica melancolía,
entre manglares de lágrimas
que cual espejos reflejan
el último suspiro,
la última hora.

Por la orilla de la ciénaga,
dejando como epitafios nuestra huella,
a lo lejos la caída,
acantilado profundo, tumba.

Y tañen campanas
en murmurar sosegado,
la mano cierra la lápida,
abajo quedamos...
de la tierra donde respirábamos,
muertos,
al otro lado.

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