La Santa Compaña: Camina de día que la noche es mía

¡Camina de día que la noche es mía!
Y si tus pasos rozan mis pasos
no mires al interior de mis cuencas vacías,
no escuches de las campanas el rumor
ni de la candela que porta mi enjuta mano
oses contemplar su hipnótico fulgor.
Aparta tus huellas del cruce de caminos
persígnate y haz de tu cuerpo clausura
en círculo sellado con bendita rama de olivo,
que tus pupilas no se posen en mi sudario
ni en aquel que cubre la osamenta 
de mis tétricos hermanos,
no permitas que el aroma de éstas velas
que iluminan nuestra negra procesión
seduzca tu olfato humano,
no mires nuestros pies,
vamos descalzos...
sin rostro, muertos y macabros
plenos de dolo y aflicción
llevamos la guadaña tatuada en los labios,
inexistentes e inistentes en murmurar: Muerte.
Y pobre de quien no selle sus párpados,
que portamos ataud en silente comitiva,
así es nuestro fúnebre cortejo y...
si nos miras
serás cuerpo ocupando el viejo féretro.
Reza tus plegarias
que somos la Santa Compaña,
la Huestia,
la procesión de las ánimas...
y jamás olvides la consigna,
santo y seña:
¡Camina de día que la noche es mía! 

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